El mes pasado, mientras cumplía la suspensión por violencia doméstica que le costó casi US$7 millones, José Reyes se desahogaba del infierno que vivía con un video en Instagram en el que tarareaba parte de su canción urbana Sigo Arriba en la que decía:
“Tengo que tener un par de tenis por cada paso que yo di descalzo, tengo carros que no sé ni prenderlos, cuarto que no sé ni contarlo... y como quiera es malo. Ustedes no van a aprender ni a palos, no le va a llegar nada bueno por desearme lo malo, ¿cómo? A mí me dicen La Melaza, ¿por qué? Porque lo malo no me sala, y todo aquel que me critica su casa cabe en mi sala”.
Reyes, de 33 años, puede estar cerca de terminar el calvario que comenzó el día de Halloween de 2015, cuando su esposa Katherine Ramírez llamó al 911 en Hawái para denunciar la agresión. Los Mets, el equipo que lo firmó con 17 años en 1999, y con el que se convirtió en una estrella, lo firmaría para jugar en la antesala.
Pero de todo el rollo, el equipo de los Rockies de Colorado será el gran perdedor. A finales de julio de 2015, la novena de Denver, en reconstrucción, se desprendió del torpedero estelar Troy Tulowitzki y los US$113.7 millones que debía hasta 2020, para absorber a Reyes desde Toronto y traspasarlo este verano por material joven.
Sin embargo, el dominicano se convirtió en material tóxico, tras filtrarse el caso, sumado con un declive en su producción desde 2014 y lesiones.
Colorado puso a Reyes en asignación hace 10 días, por lo que terminará pagando alrededor de US$37 millones de su contrato, y a cambio no conseguirá nada.
El club que lo firme sólo tendrá que pagar el equivalente al mínimo este año, y el siguiente, es decir, unos US$300 mil este año y US$510 mil en 2017.
Los Mets tienen programado observar en sesión privada la próxima semana al cubano Yulieski Gurriel, quien también puede jugar en la antesala, y que busca un pacto de al menos cinco años.
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