SOCHI. Tras proclamar la victoria en la guerra en Siria, Rusia quiere ahora ganar la paz, para lo que deberá convencer no sólo al régimen de Bachar al Asad y a la oposición, sino también a turcos, iraníes, saudíes y estadounidenses, un trabalenguas difícil de descifrar.
“La guerra es más fácil de ganar que la paz. Ahora ya no hablarán los cañones, sino los diplomáticos y el resultado no será rápido”, comentó a Efe Leonid Ivashov, antiguo general soviético y jefe de la Academia de Asuntos Geopolíticos de Rusia, antes del comienzo ayer en Sochi del Congreso del Diálogo Nacional Sirio.
Más de un mes después de que el presidente ruso, Vladímir Putin, visitara por vez primera el país árabe para clamar victoria sobre los yihadistas, los focos de resistencia escasean, pero el consenso sobre el arreglo político en Siria brilla por su ausencia.
En parte por culpa de la inacción de la anterior Administración estadounidense y en gran medida por la dejación de funciones del actual presidente, Donald Trump, Putin se ha convertido en el árbitro en Oriente Medio.
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