MANAGUA. El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, vive el punto más crítico de su Gobierno desde que alcanzó el poder hace once años con ríos de sangre en las calles, aunque el Ejecutivo niega cualquier responsabilidad en estos actos de violencia.
Culpando al “odio” y al “demonio” por sacar sus uñas y sus garras para destrozar la paz que tenía Nicaragua, el comandante Ortega dijo a sus simpatizantes que él está para quedarse y que los dueños del país son todos los nicaragüenses, que tienen en su poder, en el del pueblo, el futuro.
“Nicaragua no es propiedad privada de nadie”, advertió con el puño en alto el mandatario en un discurso ante sus seguidores concentrados en la avenida de Bolívar a Chávez, en Managua.
Esto mientras supuestas fuerzas paramilitares y francotiradores, según los protestantes, disparaban contra las decenas de miles de manifestantes que pedían justicia para las madres de más de un centenar de víctimas que ha dejado esta crisis.
Era la sexta vez que hablaba en público desde el pasado 18 de abril, manteniendo así su tónica de ser un presidente de perfil bajo. En su discurso recordó los años más duros de la guerra, como un intento de alejarse de esos calificativos que lo acercan a la dictadura de Somoza.
Para el exembajador socialcristiano y experto en política internacional Mauricio Díaz sus palabras son un ataque: “Lo veo confrontativo, arrogante, soberbio, como el que vive en otro mundo. Es él mismo elevado a la escala superior. Está responsabilizando a los otros de los asesinatos cuando todos sabemos que no es así. Está comprobado”.
Y es que a su juicio, esa idea reiterativa del Gobierno de acusar a la “derecha vandálica” es “ridícula” y un “irrespeto total” contra las verdaderas víctimas de esta represión, teniendo un actitud “irresponsable” y una estrategia de “confrontación, muerte y destrucción”.
Pero a la vez forma parte de su “personalidad”, de la que se puede esperar “cualquier cosa” porque durante toda su vida ha optado por “implementar un régimen de terror” con una actitud desafiante ante el mundo asegurando que se queda “por sus pistolas”, como hace ahora.
Díaz, exdiputado del Parlamento Centroamericano (Parlacen) y exembajador de Nicaragua en Costa Rica, cree que no hay una vía pacífica para la salida de Ortega del poder y tiene un pronóstico muy claro de lo que queda por delante: “Vamos a seguir viendo muertos todos los días. Estamos en un callejón sin salida. Nadie quiere dialogar con un asesino”.
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