Son tres monjas españolas que en un día cualquiera curan a quince personas con quemaduras, dan de comer a 150 niños pobres, enseñan matemáticas y lenguaje a alumnos con dificultades y alfabetizan a mujeres adultas. Y el próximo domingo van a recibir al papa Francisco.
Pertenecen a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl y en aplicación de las consignas del papa -”salir a la periferia”- llevan a cabo una callada labor de asistencia allí donde la ciudad da paso al campo, con todo lo que eso significa en un país como Marruecos: un salto brutal a la pobreza.
A las afueras de Temara, una ciudad que ya es en sí misma la periferia de Rabat, el “centro rural” que regentan las monjas es toda una referencia en la región, pero la superiora, la hermana Gloria, puntualiza una cosa: aquí solo se atiende a los verdaderamente necesitados.
Cuando la hermana Gloria habla, hay de fondo un llanto agudo de un niño que en ese momento está siendo curado por las otras monjas, ambas con formación de enfermería: los accidentes domésticos son moneda corriente en las humildes casas de la región, donde una madre cría sin ayuda a varios hijos pequeños, y es muy frecuente que los niños se quemen con teteras o cacerolas llenas de agua hirviendo.
Cada día, entre quince o veinte niños -también hay adultos, pero son menos- acuden a ser sanados de sus quemaduras por las monjas, que les dispensan un tratamiento tan largo como sea necesario, mucho mejor que en cualquier hospital público.
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