Para el último Grand Slam de la temporada, Novak Djokovic y Rafael Nadal tratan de sobrellevar dolencias en las muñecas. Serena Williams se recupera de una molestia en el hombro derecho, que le impidió competir en su último torneo del circuito femenino y que desdibujó su saque en los Juegos Olímpicos.
No son los únicos achaques físicos que golpean a la élite del tenis al afrontar el Abierto de Estados Unidos, que comienza este lunes. Por primera vez desde 1999, Roger Federer se ausenta de Nueva York —el segundo grande que se pierde en 17 años_, todo por la rodilla izquierda que el astro suizo se lastimó en enero al prepararle un baño a sus mellizas
¿Alguien que no esté fundido en este tramo final de la temporada?
Con renuencia, Andy Murray levanta la mano con el cartel de favorito. Sus resultados le avalan: finalista de siete torneos seguidos, con cuatro títulos de por medio. Conquistó su segundo Wimbledon y se colgó su segundo oro olímpico.
Pero el escocés también emite señales de extenuación. Luego de vencer en cuatro sets al argentino Juan Martín del Potro en la final de los Juegos de Río, Murray se subió de inmediato a un avión para jugar en Cincinnati. Pese a un catarro, alcanzó una final que perdió ante Marin Cilic.
"Yo también he tenido un verano extenso", respondió Murray cuando le preguntaron si las adversidades de sus principales contrincantes le abren la puerta a un segundo título en Flushing Meadows.
Como Djokovic y Nadal quedaron en la parte alta de la llave, Murray solo puede enfrentarles en la final del 11 de septiembre. Si llega a esa instancia, se convertiría en apenas el cuarto jugador en la Era Abierta — Rod Laver, Federer (tres veces
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